El
sentimiento nacionalista que tiene una persona de
identificarse con una sociedad concreta, caracterizada por tener una
lengua, una religión, una cultura, una etnia, unas costumbres, una
comida, etc., está cambiando porque en la actualidad tenemos una
crisis de identidad nacional motivada por la globalización
económica, social y cultural que ha supuesto un
cambio muy profundo y de dimensiones internacionales en la ecomomía,
la tecnología, la política, la sociedad y la cultura.
Estos
cambios están basados en la creciente comunicación e
interdependencia entre todos los países del mundo y tratan de
extender el modelo económico, político y social de los países
desarrollados (mundializar la economía capitalista y la democracia),
integrando, a nivel mundial, el comercio, los bancos, las
comunicaciones, el conocimiento y la cultura. En este contexto,
parece que son las empresas multinacionales y los medios de
comunicación los que tienen mucho poder (sin las nuevas tecnologías
no sería posible la globalización). La globalización ha aumentado
la desigualdad entre países pobres y ricos y está acelerando el
cambio climático, el pensamiento único y el desplazamiento de
personas. Estos cambios generales del mundo nos afectan en nuestra
vida diaria, en lo que hacemos, en nuestros gustos y aficiones, en
nuestra forma de divertirnos y de sentir.
La
globalización ha conllevado un gran desplazamiento de personas hacia
las sociedades más ricas. Estos cambios tan bruscos suponen
conflictos sobre la identidad nacional y es necesario aprender a
convivir con la diversidad cultural en estas sociedades cada vez más
diferentes en tradiciones, idiomas, costumbres... Además de los
factores económicos, están los sentimientos de identidad nacional,
los valores democráticos de igualdad, justicia y libertad, y el
estatus de las personas de esa sociedad compleja donde, por ejemplo,
unos son ciudadanos, otros extranjeros y otros inmigrantes. Es decir,
si eres extrajero o inmigrante, no tienes los mismos derechos que los
ciudadanos de esa sociedad. La consecuencia de todos estos cambios y
nuevas situaciones es una crisis del concepto de identidad nacional.
También
influye que nos encontramos en la era postnacional (J.
Habermas): aunque vivamos en un mundo formado por naciones
independientes, en realidad, estas tienen menos soberanía o poder
político porque los gobiernos estatales ceden poder por abajo (por
ejemplo, el caso de España: a las Comunidades Autónomas y a los
Ayuntamientos) y por arriba (España cede poder a la Unión Europea).
Lo que está claro es que si los problemas actuales tienen una
dimensión global, también necesitan respuestas globales, y esto no
lo puede hacer sólo un Estado. Por otra parte, mientras la ONU no
sea un verdadero gobierno mundial inspirado en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, los derechos de ciudadanía
continuarán dependiendo del país donde se vive y las leyes del
mercado tendrán mucho poder.
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